miércoles, 23 de septiembre de 2015

EL SABER (A VECES) DA DOLOR





En los últimos años han aparecido en los medios de comunicación numerosas historias de adultos hoy, antaño niños adoptados, que han removido su pasado hasta poder encontrar a sus progenitores biológicos. Estoy seguro que en la inmensa mayoría de los casos estos reencuentros, estos reconocimientos, han sido felices. Puedo imaginar no obstante que este nuevo saber no sea causa de alegría sino más bien de dolor.
Mostraremos hoy un ejemplo de esto último. 
En la tragedia homónima de Sófocles, Edipo, rey de Tebas, es expuesto en el monte para morir abandonado con sus pies traspasados y ligados. Más tarde es acogido y criado por los reyes de Corinto y cuando, forzado por una peste que asola la ciudad, investiga ansiosamente sus orígenes, no encontrará nada más que un inmenso mar de dolor y sufrimiento.





EDIPO

  

….Mi padre era Pólibo, corintio, y mi madre Mérope, doria. Era considerado yo como el más importante de los ciudadanos de allí hasta que me sobrevino el siguiente suceso, digno de admirar, pero, sin embargo, no proporcionado al ardor que puse en ello. He aquí que en un banquete, un hombre saturado de bebida, refiriéndose a mí, dice, en plena embriaguez, que yo era un falso hijo de mi padre. Yo, disgustado, a duras penas me pude contener a lo largo del día, pero, al siguiente, fui junto a mi padre y mi madre y les pregunté. Ellos llevaron a mal la injuria de aquel que había dejado escapar estas palabras. Yo me alegré con su reacción; no obstante, eso me atormentaba sin cesar, pues me había calado hondo.
Sin que mis padres lo supieran, me dirigí a Delfos, y Febo me despidió sin atenderme en aquello por lo que llegué, sino que se manifestó anunciándome, infortunado de mí, terribles y desgraciadas calamidades: que estaba fijado que yo tendría que unirme a mi madre y que traería al mundo una descendencia insoportable de ver para los hombres y que yo sería asesino del padre que me había engendrado. Después de oír esto, calculando a partir de allí la posición de la región corintia por las estrellas, iba, huyendo de ella, adonde nunca viera cumplirse las atrocidades de mis funestos oráculos.



La plaga de Tebas. Charles Francois Jalabert.