(La muerte de Ofeltes)
Tener hijos es una gran responsabilidad. Vienen
al mundo gracias a nosotros y su alegría e inocencia manifiesta la fuerza de la
vida. ¿Cómo no luchar para que su vigor no se agote en desastrado momento?
¿Cómo no preocuparse por aquello que les suceda? Los padres siempre se han
esforzado en vigilar a sus retoños y así evitar descuidos que causen un
desgraciado incidente, un “accidente”
que casi siempre es perfectamente previsible, prevenible; nada accidental. Datos
del INE (2012) afirman que en los menores de 2 años la primera causa de muerte
y de lesiones graves son los “accidentes”.
Además, y esto es lo más terrible, sólo el 14% de los padres consideran que el
accidente se causó por su descuido o distracción frente al 46% que lo atribuyen
al azar o casualidad. Esta idea debe cambiar para poder reducir la mortalidad. (1) (2)
Para ilustrar esta cuestión traemos la bella y
desgraciada historia de Hipsípila, reina de Lemnos en la versión que nos da Boccaccio
en su libro De mulieribus claris (Mujeres
Preclaras) de 1361. Utilizaremos la versión en castellano de Paulo Hurus
(1494). (3)
Boccaccio (1313-1375)
Introducción.
Hipsípila, reina de Lemnos, tras agitadas peripecias
debe abandonar a su padre e hijos y el devenir de sus aventuras la obliga, criada
del rey Licurgo, a ser nodriza de su pequeño Ofeltes (también conocido como
Arquémoro).
“ … Y así, yendo a buscar y visitar a su padre y a sus hijos,
fue presa (Hipsípila) por corsarios y traída en cautividad y servidumbre. Y
después de pasados muchos trabajos, fue presentada en don al rey Licurgo. Y
tomó en cargo a Ofeltes niñito, hijo único de Licurgo. Y como estuviese puesta
mucho en el servicio de aquel niño, como pasase la hueste de Adrasto, rey de
los griegos, y de calor pensase perecer de sed, la cual (hueste) iba a Tebas,
rogada por los de la hueste mostróles el río Langma, dejado su criado (el niño
Ofeltes) entre las flores de la pradería. Y como preguntada por Adrasto le
contase los casos pasados, conociéronla Eunoes y Tonates, sus hijos ya hombres
que iban en la corte de aquel rey y en su hueste. Y como ella tuviese entonces
esperanza de mejor ventura, halló a su criado muerto entre las hierbas, de
golpe que le había herido una sierpe con la cola. Y así luego (inmediatamente),
súbitamente con llantos y voces puso turbación en toda la hueste; por la cual y
por sus fijos fue quitada a Licurgo, que de dolor estaba furioso y fuera de sí."
Hipsípila y Ofeltes