Esta mi bitácora o logaritmo, preferiría llamarlo así, en su más
pura etimología frente al desaforado aunque ya sólito blogg, (1) (en el que se adivina la misma raíz) nace de la experiencia saltatoria
de mis lecturas. Sin reparo pasamos del mundo antiguo al moderno, sin cansancio
del valle al monte.
El castigo corporal a los niños, hoy absolutamente
descartado, (2) ha sido una constante histórica hasta ayer mismo; mi generación
también la experimentó en forma de cinturones paternos y voladoras zapatillas
maternas. (3)
Asumido como siempre fue el castigo infantil, las generaciones anteriores a las nuestras se encontraron con situaciones imposibles: ¿cómo castigar físicamente a quién es intocable? ¿Quién golpea a un príncipe?
Asumido como siempre fue el castigo infantil, las generaciones anteriores a las nuestras se encontraron con situaciones imposibles: ¿cómo castigar físicamente a quién es intocable? ¿Quién golpea a un príncipe?
La solución infame, injusta y cínica viene de
la sustitución, de los golpes por “poderes”
o por “persona interpuesta”. Cuando
nacía un príncipe (siglos XV y XVI) se le asignaba también un niño de su misma
edad que pasaba a ser su “niño de los
azotes”. Todo azote al príncipe se depositaba en su imagen, su alter ego, su auténtico chivo
expiatorio. (4)
Hoy es el Quijote cervantino quién nos abre los
ojos sobre la dureza de la vida para los niños en los siglos pasados.
En la Segunda
Parte del Quijote, capítulo XXXV, los condes burlan a Alonso Quijano y
Sancho Panza con una magna y espectral representación. Allí veremos como un
falso Merlín exige al escudero reciba miles de azotes en sus nalgas para desencantar
a Dulcinea, ahora trastocada en zafia labradora. En la indignada amenaza de D.
Quijote a la negativa sanchesca encontramos la mención al maltrato infantil
como uso común.
Λογαριάζω. Recuento,
lista. Oxford
Greek-English Dictionary. D.N Stavropoulos. Oxford University Press, 1988.
“…A ti digo
¡oh varón, como se debe
por jamás
alabado!, a ti, valiente
juntamente y
discreto don Quijote,
de la Mancha
esplendor, de España estrella,
que para
recobrar su estado primo
la sin par
Dulcinea del Toboso,
al aire
descubiertas, y de modo
es menester
que Sancho, tu escudero,
se dé tres
mil azotes y trecientos
en ambas sus
valientes posaderas,
que le
escuezan, le amarguen y le enfaden.
Y en esto se
resuelven todos cuantos
de su
desgracia han sido los autores,
y a esto es
mi venida, mis señores.
–¡Voto a
tal! –dijo a esta sazón Sancho–. No digo yo tres mil azotes, pero así me daré
yo tres como tres puñaladas. ¡Válate el diablo por modo de desencantar! ¡Yo no
sé qué tienen que ver mis posas con los encantos! ¡Par Dios que si el señor
Merlín no ha hallado otra manera como desencantar a la señora Dulcinea del
Toboso, encantada se podrá ir a la sepultura!
–Tomaros he
yo –dijo don Quijote–, don villano, harto de ajos, y amarraros he a un árbol,
desnudo como vuestra madre os parió; y no digo yo tres mil y trecientos, sino
seis mil y seiscientos azotes os daré, tan bien pegados que no se os caigan a
tres mil y trecientos tirones. Y no me repliquéis palabra, que os arrancaré el
alma…
… – ¡Oh malaventurado escudero, alma de
cántaro, corazón de alcornoque, de entrañas guijeñas y apedernaladas! Si te mandaran,
ladrón desuellacaras, que te arrojaras de una alta torre al suelo; si te
pidieran, enemigo del género humano, que te comieras una docena de sapos, dos
de lagartos y tres de culebras; si te persuadieran a que mataras a tu mujer y a
tus hijos con algún truculento y agudo alfanje, no fuera maravilla que te
mostraras melindroso y esquivo; pero hacer caso de tres mil y trecientos
azotes, que no hay niño de la
doctrina, por ruin que sea, que no se los lleve cada mes, admira,
adarva, espanta a todas las entrañas piadosas de los que lo escuchan, y aun las
de todos aquellos que lo vinieren a saber con el discurso del tiempo…” (5)
Nota. Niño de la doctrina: “niño del asilo”
Los azotes de Sancho Panza para desencantar a Dulcinea del Toboso. |