Cuando abres
determinados libros, una y otra vez, te encuentras siempre al albur de una sorpresa.
Pasa con la Biblia y también me pasa
con la Ilíada. Esta mañana, en el día
de la noche de Reyes, Homero se me ha ofrecido en su Canto XVI; en sus primeros versos encontramos una hermosa
comparación llena de ternura que protagoniza una niña atemorizada. Es Aquiles, quien
viendo la angustia que muestra su amigo Patroclo lanza la bella imagen.
¡Una obra poblada de
dioses y héroes, guerreros sometidos a terribles heridas, en la que de pronto
brilla la pepita de oro de una sutil y hermosa comparación¡
“Así peleaban por la nave de muchos bancos. Patroclo
se presentó a Aquiles, pastor de hombres, derramando ardientes lágrimas como
fuente profunda que vierte sus aguas sombrías por escarpada roca. Tan pronto
como le vio el divino Aquiles, el de los pies ligeros, se compadeció de él y le
dijo estas aladas palabras:
—¿Por qué lloras, Patroclo, como una niña que va con
su madre y deseando que la tome en brazos, le tira del vestido, la detiene a
pesar de que está de prisa y la mira con ojos llorosos para que la levante del
suelo? Como ella, oh Patroclo, derramas tiernas lágrimas.”
Ilíada. Canto XVI.
Versos 1-7. (1)
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