-¡Ay!—suspiró ruidosamente la vieja, como las palabras de su marido.
en apoyo a -No tengo más ayuda que ésta-continuo Churis, señalando a un muchachito de cabellos rubios y enorme barriga que no debía tener más de siete años, y que justo en ese momento entraba tímido en la isba con un chirrido apenas audible de la puerta. Miró al señor con sus ojos sorprendidos y con ambas manitas se agarró a la camisa de Churis—. Aquí está toda mi ayuda—continuó con voz sonora Churis, pasando su mano áspera por los rubios cabellos del pequeño—, ¿cuánto habrá que esperar? Y cada vez tengo menos fuerzas para la faena. Ya no por la vejez, sino por esta hernia mía que me está ma
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-Me gustaría hacerte la vida más fácil, de verdad. ¿Qué podemos hacer?-dijo el joven terra
teniente mirando al campesino con compasión. -Pero ¿cómo más fácil? Ya se sabe que cuando uno tiene tierras, tiene que afanarse, así son las cosas. El niño acabará por crecer. Sólo que le pido por favor que no me lo obligue a ir a la escuela. El otro día vino un agente de la policía para decir que usted, su excelencia, exigía que , fuera a la escuela. A él, por favor, libérelo: ¿qué ¿ cabeza puede tener? Es muy pequeño, no entiende nada.
-No, eso sí que no-replicó Nejliúdov, Te guste o no, el pequeño ya entiende las cosas у debe ir a la escuela. Lo digo por tu bien. Date cuenta, cuando él crezca la casa estará a su cargo y si sabe leer y escribir, podrá leer en la iglesia y con la ayuda de Dios todo en tu casa irá me
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> -No discuto, su excelencia; su merced quiere nuestro bien, pero entonces no habrá quien se quede en casa: mi vieja y yo estamos todo el día trabajando, y él, aunque sea pequeño, algo ayuda: mete el ganado, da de beber a los caballos. Sea como sea, es un campesino. —Y Churisionok sonriendo agarró con sus toscos dedos la nariz del muchachito para que se sonara.
-Pues mándalo cuando estés en casa y él tenga tiempo, ¿me oyes? Sin falta.
Churisionok exhaló un profundo suspiro y no respondió.
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