La justícia del poderoso
mal, apacigüéme con las pasadas consideraciones y determinéme a hablar a un estudiante jurista de aquella universidad, que me informaron tener buen ingenio, a el cual, haciéndole relación del caso, cómo por ser el padre persona tan poderosa, temía el suceso, que me diese parecer en lo que debría hacer, él me dijo: «Señor, ya es conocido Alejandro en esta ciudad. Sábese cuál sea su trato, que bastaba en otra parte para información. Demás que lo que decís es tanta verdad, cuanto a nosotros todos nos consta della. Justicia tenéis y me parece que la pidáis. Ya en toda Bolonia se sabe de vuestro hurto, porque luego como aquí llegó con él, se conoció ser ajena ropa, tanto porque la hizo aderezar a su talle, cuanto porque de aquí no sacó algunos borregos que vender, para poder con lo procedido comprar lo que trujo. Y aun otro compañero de quien él se fio, le hurtó buena parte dello, por ganar también parte de los perdones 4¹. En lo que pudiere de mi oficio serviros, lo haré de muy buena gana.»
42 Con esto escribió la querella conforme a mi relación y presentéla luego ante el oidor del Torrón 2, que es allí el juez del crimen.
Ya sea lo que se fue, si el mismo juez o si el notario, no sé quién, por dónde o cómo, al instante mi negocio fue público. A el padre le dieron cuenta del caso y, como quien tanta mano allí tenía, se fue a el juez y, criminándole mi atrevimiento, formó querella de mí, que le infamaba su casa, de lo cual pretendía pedir su justicia para que fuese yo por ello gravemente castigado. Ello se negoció entre los dos de manera que me hubiera sido mejor haber callado. El hombre tenía poder, el juez buenas ganas de hacerle placer. Poco achaque fuera mucha culpa; que siempre suelen amor, interés y odio hacer que se desconozca la verdad, y con el soborno y favor pierden las fuerzas razón y justicia.
Yo escupí a el cielo 43: volviéronse las flechas contra mí, pagando justos por pecadores. Mucho daña el mucho dinero y mucho más daña la mala intención del malo. Empero, cuando se vienen a juntar mala intención y mucho dinero, mucho favor del cielo es necesario para sacar a un inocente libre de sus manos. Líbrenos Dios de sus garras, que son
41 Alude al refrán: «quien hurta al ladrón cien días gana de perdón» (Correas). 42 il Torrone: la cárcel de Bolonia. 43 escupir al cielo: cfr. I, 1.°, 4, n. 61.
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