En tiempos de soledad, para la salud mental, es excelente tener con quién compartir las cuitas. Así lo afirma Cadalso, hombre que gozó de firme amistad con Moratín y Meléndez Valdés.
"Nada me importa tanto como mis amigos", escribió Cadalso en una carta fechada en 1775 desde la localidad extremeña de Montijo dirigida al extremeño Juan Meléndez Valdés. En otra misiva enviada casi en las mismas fechas y desde el mismo lugar, pero dirigida a su otro amigo José Iglesias de la Casa, el autor de las Noches lúgubres dijo que la tristeza, entre los que creen —«entre los Santos», escribió, tiene el remedio de las oraciones, de las confesiones o las lecciones espirituales; pero «entre los que no lo somos no tiene más medicamento que uno, y es desabrochar el pecho con un amigo, y referirle lisa y llanamente cuanto pasa en lo interior, de cualquiera especie que sea, sin recelo, aprensión ni cortapisa alguna»
Casi en el mismo tiempo, y desde aquel mismo lugar extremeño que fue para el militar como otro destierro, escribió otra carta en latín a Meléndez en la que se preguntaba: «Quid enim nisi amicitiam probis viris dare potuerunt boni Divi, ut humanae vitae miserandam sortem aliquo ferre modo valeamus?», es decir, ¿qué es lo que los dioses han dado a los hombres mejor que la amistad para sorportar su vida miserable? Y añadió Cadalso que «entre tantas intrigas de palacios, tantos horrores de la guerra, tantas vicisitudes de la fortuna, locura de la mente, enfermedades del cuerpo físico, y otras calamidades nuestras, casi innumerables e indescriptibles, nada, nada, en verdad, ofrece solaz a los desdichados hombres, excepto la amistad, la amistad [...]».
No hay comentarios:
Publicar un comentario