viernes, 29 de marzo de 2024
¿ÉS UN PÁJARO, ÉS UN AVIÓN...? NO, ÉS EL MAGISTRAL.
martes, 19 de marzo de 2024
LA ENFERMEDAD MENTAL Y SU DOBLE DOLOR
Tecmesa.—
Ahora no (está enloquecido); pues como se calma el impetuoso Noto después de bramar con furia,
cuando cesan los brillantes relámpagos, así ahora él, vuelto en su sentido,
tiene una nueva pena; pues el ver sus propios males, de quienes él sólo es
autor, grandes dolores le produce.
Coro.— Pues
si está tranquilo, ciertamente que auguro buena suerte; porque si desaparece ya
el mal, no es tanta su importancia.
Tecmesa.— Si
te dieran a elegir, ¿qué escogerías? ¿Acaso llorar mientras vieras gozando a
los amigos, o condolerte sufriendo con ellos la desgracia común?
Coro.— Las
dos cosas, ¡oh mujer!, son un mal grave.
Tecmesa.—
Pues yo, sin sufrir el mal, estoy sumida en la aflicción.
Coro.— ¿Cómo
dices eso? No entiendo lo que quieres decir.
Tecmesa.—
Este hombre, mientras se encontraba loco, gozaba en medio de su desgracia,
llenando de aflicción a los que estábamos cabales. Mas ahora, desde que cesó la
locura y se vio aliviado de la enfermedad, está todo él transido de agudos
dolores, y yo, no menos que antes. ¿No es esto doble desgracia en vez de
sencilla?
Coro. –
Convengo contigo, y temo que este golpe venga de algún dios. ¿Cómo no, si libre
de la enfermedad, no se siente más gozoso que cuando la sufría?
Tecmesa.—
Pues tal es lo que sucede y conviene que lo sepas.
domingo, 17 de marzo de 2024
!PROFESOR, FALTAN DATOS ...!
...y en verdad que si lo dijese no mentiría, porque los tiene grandes, verdes como los de Circe, hermosos y rasgados; y lo que más mérito y valor les da, es que no parece sino que ella no lo sabe, pues no se descubre en ella la menor intención de agradar a nadie ni de atraer a nadie con lo dulce de sus miradas. Se diría que cree que los ojos sirven para ver y nada más que para ver. Lo contrario de lo que yo, según he oído decir, presumo que creen la mayor parte de las mujeres jóvenes y bonitas, que hacen de los ojos un arma de combate y como un aparato eléctrico o fulmíneo para rendir corazones y cautivarlos. No son así, por cierto, los ojos de Pepita, donde hay una serenidad y una paz como del cielo. Ni por eso se puede decir que miren con fría indiferencia. Sus ojos están llenos de caridad y de dulzura. Se posan con afecto en un rayo de luz, en una flor, hasta en cualquier objeto inanimado; pero con más afecto aún, con muestras de sentir más blando, humano y benigno, se posan en el prójimo, sin que el prójimo, por joven, gallardo y presumido que sea, se atreva a suponer nada más que caridad y amor al prójimo, y, cuando más, predilección amistosa, en aquella serena y tranquila mirada.