LA HOSTILIDAD DE PRIMITIVO
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in se juzgaba blanco de hostilidad encubierta por parte del ca- ador, en rigor, ni hostilidad podía llamarse; más bien tenía algo de servación y acecho, la espera tranquila de una res, a quien, sin durla, se desea cazar cuanto antes. Semejante actitud no podia efinirse, ni expresarse aperias. Julián se refugió en su cuarto, Honde hizo subir, medio arrastra, al niño, para la lección acos umbrada. Así como asi, el invierno había pasado, y el calor de la amira no era apetecible ya.
En su habitación pudo el capellán notar mejor que en la cocina escandalosa suciedad del angelote. Media pulgada de roña le cu- wia la piel; y en cuanto al cabello, dormían en él capas geológicas, stratificaciones en que entraba tierra," guijarros menudos, toda erte de cuerpos extraños. Julián cogió a viva fuerza al niño, lo rastró hacia la palangana." que ya tenia bien abastecida de jarras, mallas y jabón. Empezó a frotar. ¡María Santísima y qué primer qua la que salió de aquella empecatada carita! Lejía pura, de la más arbia y espesa. Para el pelo fue preciso emplear aceite, pomada, qua a chorros, un batidor de gruesas púas que desbrozase la virgen iva. Al paso que adelaritaba la faena, iban saliendo a luz las belli- mas facciones, dignas del cincel antiguo, coloreadas con la pátina el sol y del aire; y los bucles, libres de estorbos, se colocaban ar- sticamente como en una testa de Cupido, y descubrían su matiz
Pazos,V
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