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miércoles, 28 de agosto de 2024

NUBE DE GORRIONES

De nuevo en la novela La Tribuna, novela realista y obrerista, se retrata la miseria y la pobreza con detalle. En este fragmento vemos a un grupo de rapacillos del barrio al que se muda Amparo (la protagonista).



Lo más característico del barrio eran los chiquillos. De cada casucha baja y roma, al lucir el sol en el horizonte, salía una tribu, una pollada, un hormiguero de ángeles, entre uno y doce años, que daba gloria. De ellos los había patizambos, que corrían como asustados palmípedos; de ellos, derechitos de piernas y ágiles como micos o ardillas; de ellos, bonitos como querubines, y de ellos, horribles y encogidos como los fetos que se conservan en aguardiente. Unos daban indicios de no sonarse los mocos en toda su vida, y otros se oreaban sin reparo, teniendo frescas aún las pústulas de la viruela o las ronchas del sarampión; a algunos, al través de la capa de suciedad y polvo que les afeaba el semblante, se les traslucía el carmín de la manzana y el brillo de la salud; otros ostentaban desgreñadas cabelleras, que si ahora eran zaleas o ruedos, hubieran sido suaves bucles cuando los peinaran las cariñosas manos de una madre. No era menos curiosa la indumentaria de esta pillería que sus figuras. Veíanse allí gabanes aprovechados de un hermano mayor, y tan desmesuradamente largos, que el talle besaba las corvas y los faldones barrían el piso, si ya un tijeretazo oportuno no los había suprimido; en cambio, no faltaba pantalón tan corto, que, no logrando encubrir la rodilla, arregazaba impúdicamente descubriendo medio muslo. Zapatos, pocos, y esos muy estropeados y risueños, abiertos de boca y endeblillos de suela; ropa blanca, reducida a un jirón, porque, ¿quién les pone cosa sana para que luego se revuelquen en la carretera, y se den de mojicones todo el santo día, y se cojan a la zaga de todos los carruajes, gritando: «¡Tralla, tralla!»?

De lo que ninguno carecía era de cobertera para el cráneo: cuál lucía hirsuta gorra de pelo, que le daba semejanza con un oso; cuál un agujereado fieltro sin forma ni color; cuál un canasto de paja tejido en el presidio, y cuál un enorme pañuelo de algodón, atado con tal arte, que las puntas simulaban orejas de liebre. ¡Oh, y qué cariño profesaban los benditos pilluelos a aquella parte de su vestido! Antes se dejarían cortar el dedo meñique, que arrancar la gorra o el sombrero; nada les importaba volver a casa de noche sin una pierna del calzón o sin un brazo de la chaqueta; pero tornar con la cabeza descubierta sería para ellos el más grave disgusto.


La Tribuna. Emilia Pardo Bazán. Capítulo XXX

jueves, 31 de agosto de 2023

TRAVESURAS


Los muchachos han sido y son traviesos. En ocasiones crueles con débiles y diferentes. Veamos este breve pasaje del Licenciado Vidriera. ¿Hoy acaso sería acoso?


Tuviéronle encerrado sus amigos mucho tiempo; pero, viendo que su desgracia pasaba adelante, determinaron de condecender con lo que él les pedía, que era le dejasen andar libre; y así, le dejaron, y él salió por la ciudad, causando admiración y lástima a todos los que le conocían.

Cercáronle luego los muchachos; pero él con la vara los detenía, y les rogaba le hablasen apartados, porque no se quebrase; que, por ser hombre de vidrio, era muy tierno y quebradizo. Los muchachos, que son la más traviesa generación del mundo, a despecho de sus ruegos y voces, le comenzaron a tirar trapos, y aun piedras, por ver si era de vidrio, como él decía. Pero él daba tantas voces y hacía tales estremos, que movía a los hombres a que riñesen y castigasen a los muchachos porque no le tirasen.

Mas un día que le fatigaron mucho se volvió a ellos, diciendo:

-¿Qué me queréis, muchachos, porfiados como moscas, sucios como chinches, atrevidos como pulgas? ¿Soy yo, por ventura, el monte Testacho de Roma, para que me tiréis tantos tiestos y tejas?

Por oírle reñir y responder a todos, le seguían siempre muchos, y los muchachos tomaron y tuvieron por mejor partido antes oílle que tiralle.




El Monte Testaccio o Monte dei Cocci es una colina artificial construida durante los siglos I y III d. C. en la ciudad de Roma, cubre un área de 20 000 m² en su base y se alza hasta los 35 metros, 50 metros sobre el nivel del mar, si bien con toda probabilidad fue algo más alta. Se situaba dentro de la Muralla Aureliana y en la actualidad está cubierto por vegetación. (Wikipedia)

jueves, 15 de abril de 2021

NIÑOS Y MENDICIDAD


Terribles, horrorosos los hechos que se nos relatan en esta historia de los estudiantes y pícaros de la España del siglo XVI y XVII. No puedo ni imaginar este tráfico de niños para la mendicidad. Como tantas otras veces, niños maltratados a lo largo de nuestra historia.


"…encontramos una clasificación de los pícaros españoles en doce categorías. “Salteadores, que son aquellos que roban y matan en los caminos; estafadores, que asaltan a los ricos en sitio solitario, y, mostrándoles dagas, les amenazan de muerte si no les dan una cantidad determinada en cierto tiempo; capeadores, que se apoderan por la noche de las capas o van con librea de lacayos a casas de diversión, de donde roban lo que pueden, saludando a cuentos encuentran; grumetes, que toman este nombre de los aprendices de marino, que trepan a los mástiles, porque estos van provistos de escalas de cuerda, con garfios en los extremos, para hacer sus robos; apóstoles, que como san Pedro, van con los llaves y arrancan cerraduras; cigarreros, que frecuentan las plazas públicas y se llevan de un tijeretazo la mitad de una capa o de una basquiña; devotos, son ladrones religiosos, que despojan las imágenes de los santos y confían en la suavidad de las leyes de la Iglesia, que con una pena leve los castiga si son descubiertos; sátiros, ladrones de bestias, llamados así porque viven en los campos; dacianos, que sonsacan niños de tres o cuatro años, "y rompiendo los brazos y las piernas, los desfiguran para poderlos vender a los mendigos ciegos y otros vagabundos"; mayordomos, que roban provisiones y embaúcan a los mesoneros; cortabolsas, su nombre lo indica; éstos son los más numerosos en el país; duendes, son ladrones subrepticios, y maletas, que, dejándose llevar en bultos y baúles como si fueran mercancias, tienen fácil entrada en las casas."


Estudiantes, sopistas y pícaros. 
J. García Mercadal 
Editorial Austral, número1180, Buenos Aires,1954. Página 171





sábado, 6 de marzo de 2021

LOS INFANTES EN EL LIMBO SEGÚN DANTE ALUGHIERI




"Allí estoy con los niños inocentes

del diente de la muerte antes mordidos

que de la humana culpa fueran libres.                                            

Con aquellos estoy que las tres santas

virtudes no vistieron, mas sin vicio

supieron y siguieron las restantes."     


(Infierno, Canto VII) 

viernes, 19 de abril de 2019

NIÑOS Y PIEDRAS



La infancia y sus usos y costumbres cambian. Yo, con cincuenta y un años, he jugado con calles de arena sin coches, con balones de reglamento y, en contadas ocasiones me he apedreado con los niños de otras calles. Ahora nuestros niños están, afortunadamente, mucho más seguros en nuestras calles, pero la relación entre los niños y las piedras viene de antiguo como lo muestra la historia de los honderos baleares que ya nos cuenta Flavio Vegecio Renato  en su Epitoma rei militari.  (*)



XVI. LA HONDA. (1)

"Se debe instruir a los reclutas en el arte del lanzamiento de piedras tanto a mano como con honda. Se dice que los habitantes de las islas Baleares han sido los inventores de la honda, y que su sorprendente destreza en el manejo la debían a la forma de enseñar a sus niños. Sus madres no les permitían coger su comida si antes no la habían derribado con sus hondas. Los soldados, a pesar de su armadura defensiva, quedan a menudo más vejados por los cantos rodados que por las flechas del enemigo. Las piedras matan sin lacerar el cuerpo y la contusión es mortal sin pérdida de sangre. Es universalmente sabido que los antiguos emplearon honderos en sus combates. Existe el mayor motivo para instruir a todas las tropas, sin excepción, en este ejercicio, pues la honda no suele considerarse de gran importancia y a menudo resulta del mayor servicio, especialmente cuando se está obligado a combatir en poblaciones de piedra, o a defender una montaña o promontorio, o al rechazar al enemigo que ataca una ciudad o castillo."