viernes, 7 de abril de 2023

DE NIÑA A MUJER ...

Veamos cómo, sepamos cómo se puede escribir, suave y tiernamente la llegada de la madurez al cuerpo de una mujer...o de tres. Ni Julio Iglesias.
Oigamos a W. Irving en La leyenda de las tres hermosas princesas.


" —¿Habrá en la tierra un ser más noble que aquel caballero vestido de carmesí?-exclamó Zaida, la mayor de las hermanas. ¡Mirad qué arrogante marcha, como si todos los que le rodean fuesen sus esclavos! -¡Fijaos en aquél vestido de verde!-exclamó Zoraida—. ¡Qué gracia! ¡Qué gentileza! ¡Qué espíritu! La gentil Zorahaida nada dijo, pero dió su preferencia, en secreto, al caballero vestido de azul.

Las tres princesas continuaron mirando fijamente a los prisioneros hasta que se perdieron de vista; entonces, suspirando tristemente, se volvieron, mirándose un momento unas a otras, y sentáronse pensativas en sus otomanas.

En esta actitud las encontró la discreta Kadiga. Contáronle ellas lo que habían visto, y hasta el marchito corazón de la dueña se sintió conmovido.

-¡Pobres jóvenes!-exclamó-. ¡Apostaría que su cautiverio ha dejado dolorido el corazón de algunas bellas y linajudas damas de su país! ¡Ah, hijas mías! No te néis una idea de la vida que esos caballeros llevan en su patria. ¡Qué elegancia en los torneos! ¡Qué devoción por sus damas! ¡Qué serenatas y galanteos!

La curiosidad de Zaida se despertó en extremo; era insaciable en preguntar y oír de labios de su dueña las más animadas descripciones de los episodios de sus días juveniles en su tierra natal. La hermosa Zoraida levantaba la cabeza y se miraba disimuladamente en su espejo, cuando la conversación recaía sobre los encantos de las damas españolas; mientras Zorahaida ahogaba sus suspiros al oír contar lo de las serenatas a la luz de la luna.

Diariamente renovaba sus preguntas la curiosa Zaida, y diariamente repetía sus relatos la discreta dueña, siendo escuchada por sus bellas oyentes con profundo interés y frecuentes suspiros. La prudente anciana cayó por último en la cuenta del daño que estaba causando. Acostumbrada a tratar como niñas a las princesas, no había considerado que insensiblemente habían ido cre ciendo y que ahora tenía ante sí a tres hermosas joven citas en edad del matrimonio. «Ya es hora-pensó la dueña de avisar al rey.
>> Hallábase sentado cierta mañana Mohamed el Zurdo sobre un diván en uno de los frescos salones de la Alhambra, cuando llegó un esclavo de la fortaleza de Salobreña, con un mensaje de la prudente Kadiga, felicitándole por el cumpleaños de sus hijas. Al mismo tiempo le presentó el esclavo una delicada cestilla adornada de flores, dentro de la cual, sobre un lecho de pámpanos y hojas de higuera, venía un melocotón, un albaricoque y un prisco, cuya frescura, agradable color y madurez eran una verdadera tentación. 
El monarca, versado en el lenguaje oriental de frutas y flores, adivinó al momento el significado de esta simbólica ofrenda. 
«De manera -se dijo que ha llegado el período crítico señalado por los astrólogos: mis hijas están en edad de casarse. ¿Qué haré? Se hallan ocultas a las miradas de los hombres y bajo la custodia de la discreta Kadiga. Todo marcha perfectamente; pero no están bajo mi vigilancia, como previnieron los astrólogos; debo recogerlas al amparo de mis alas y no confiarlas a nadie."






Let's see how we can write, softly and tenderly, about the arrival of maturity in the body of a woman... or three. Not like Julio Iglesias. Let's hear from W. Irving in The Legend of the Three Beautiful Princesses.



"Is there on earth a more noble being than that knight dressed in crimson?" exclaimed Zaida, the eldest of the sisters. "Look at his arrogant stride, as if all those around him were his slaves!" "Look at that green dress!" cried Zoraida. "How graceful! How charming! What spirit!" Beautiful Zorahaida said nothing, but secretly gave her preference to the knight dressed in blue.

The three princesses continued to stare fixedly at the prisoners until they disappeared from view; then, sighing sadly, they turned, looking at each other for a moment, and sat pensively on their ottomans.

In this attitude they were found by the discreet Kadiga. They told her what they had seen, and even the withered heart of the dueña was moved.

"Poor young men!" she exclaimed. "I would bet that their captivity has left the hearts of some beautiful and noble ladies of their country sore! Ah, my daughters! You have no idea of the life those knights lead in their homeland. What elegance in tournaments! What devotion to their ladies! What serenades and gallantry!"

Zaida's curiosity was aroused to the extreme; she was insatiable in asking and hearing from her dueña's lips the liveliest descriptions of the episodes of her youth in her homeland. Beautiful Zoraida lifted her head and discreetly looked at herself in her mirror when the conversation turned to the charms of Spanish ladies, while Zorahaida choked back her sighs as she listened to the tales of moonlit serenades.

Every day Zaida renewed her questions, and every day the discreet dueña repeated her tales, listened to by her beautiful listeners with profound interest and frequent sighs. The prudent old woman finally realized the damage she was causing. Accustomed to treating the princesses like children, she had not considered that they had been growing imperceptibly and that she now had three beautiful young ladies of marriageable age before her. "It is time," she thought, "to warn the king."

One morning, Mohamed the Left-Handed was sitting on a divan in one of the cool halls of the Alhambra, when a slave from the fortress of Salobreña arrived with a message from the prudent Kadiga, congratulating him on the birthday of his daughters. At the same time, the slave presented the monarch with a delicate basket adorned with flowers, inside of which, on a bed of grape leaves and fig leaves, were a peach, an apricot, and a plum, whose freshness, pleasing color, and ripeness were a real temptation.

The monarch, versed in the oriental language of fruits and flowers, immediately guessed the meaning of this symbolic offering. "So," he said to himself, "the critical period foretold by the astrologers has arrived: my daughters are of marriageable age. What shall I do? They are hidden from the eyes of men and under the custody of the discreet Kadiga. Everything is going perfectly; but they are not under my watchful eye, as the astrologers warned; I must gather them under my wings and not entrust them to anyone."



2 comentarios:

  1. Advertirá uced que este cuento es heteropatriarcal a más no poder y acaso debería someterse a escrutinio y revisión: el caballero favorito desde luego no sería el de azul y las jóvenes princesas podrían llegar solas y borrachas (aunque fuera de opio) sin que su padre el rey o la discreta Kadiga pudieran decir ni pío. Es más, el rey no sería rey, como mucho administrador adjunto de una empresa expropiada y el palacio estaría okupado. Y de las tres princesas, al menos una sería lesbiana, otra afroamericana (o afroalgo) y la tercera no binaria (o sea, que no se dedicaría a la informática).

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    1. Ah, de princesas nada: neo-brujas o cualquier cosa alternativa y desaseada. Y tampoco serían especialmente bellas, para no ser cosificadas.

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