En ocasiones las niñas y los niños comen materiales inadecuados: tiza, tierra, barro. Se denomina "pica" (*) y en ocasiones trasluce una carencia férrica. Lo más curioso es que en nuestro siglo de oro las damas comían trocitos de arcilla para tener aspecto pálido y enfermizo, inducir amenorrea; lo que se llamaba estar "opilada". Para su tratamiento se recomendaba paseos al aire libre (estaciones en el poema) y "tomar el acero" (agua contenida en un recipiente con hierro) lo que se nos cuenta, a modo de enredo amoroso, en la comedia de Lope El acero de Madrid.
Por eso en el cuadro, la dama de compañía con acondroplasia ofrece el búcaro (*) a la alta señora. Y también lo vemos en Las Meninas.
Para ejemplificar la cuestión de la opilación os muestro esta bella lírica de Tirso de Molina.
Dígasme tú, la serrana,
adamada de facciones,
aunque del sol ofendida
porque nunca de él te escondes;
así de tus pensamientos
los dulces empleos goces,
y contra lisonjas tiernas
tengas el pecho de bronce:
¿qué nuevo mal te entristece
desde ayer, que las colores
del abril de tu hermosura
muestran penas interiores?
¿Hízote mal con los ojos
alguno de los garzones
que por vengar los que matan
intenta añublar tus soles?
¿Has tomado alguna hierba,
entre el toronjil que comes,
cuyo veneno te cría tan desabridos humores?
¿Comes carbón, yeso o tierra
como las damas de Corte,
que diz que adrede se opilan
por andar las estaciones?
¿Has visto alguna fantasma
del alma, que Dios perdone,
que se aparece en la iglesia
a los que pasan de noche?
Si es amor, la mi serrana,
y acaso no lo conoces,
bachillera de su fuego
sus travesuras me hicioren.
Una abeja es pequeñita,
que tiene dos aguijones,
de amor y aborrecimiento,
¡fuego con él, que bien se esconde!
A quien le conoce olvida;
ruega a quien no le conoce;
no hay agravio que le venza,
no hay ausencia que le borre.
Antaño, por este tiempo,
a la sombra de aquel robre,
me dió por alma un serrano:
¡hoguera soy desde entonces!
Ni sé lo que es libertad
ni qué es quietud;
que el chicote ciego, mátalas callando,
no suelta si una vez coge.
(de La Peña de Francia, III, 3)
Del lat. oppilāre.
1. tr. desus. Obstruir, cerrar el paso.
2. prnl. Dicho de la hembra: Dejar de tener el flujo menstrual.
3. prnl. Bol. Dicho del estómago: Llenarse de agua.
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