sábado, 23 de noviembre de 2024

LA NIÑA, EL PERRO Y LA FILÁNTROPA




La costumbre actual de tratar a los perros como personas y, lo que es peor, el trato mejor a ellos que a los seres humanos por parte de algunos dueños de canes ya lo relata Don Benito en Marianela, capítulo 9. 
Marianela salva la vida del perro de la señora Sofía y a primera recibe tres coscorrones y el perro todo el amor de su empingorotada dueña.

Mientras esto se decía en el borde de la Trascava, la Nela había emprendido allá abajo la persecución de Lili, el cual, más travieso y calavera en aquel día que en ningún otro de su monótona existencia, huía de las manos de la chicuela. Gritábale la dama, exhortándole a ser juicioso y formal; pero él, poniendo en olvido las más vulgares nociones del deber, empezó a dar brincos y a mirar con descaro a su ama, como diciéndole: «Señora, ¿quiere usted irse a paseo y dejarme en paz?»

Al final Lili dio con su elegante cuerpo en medio de las zarzas que cubrían la boca de la cueva, y allí la mantita de que iba vestido fuele de grandísimo estorbo. El animal, viéndose imposibilitado de salir de entre la maleza, empezó a ladrar pidiendo socorro.

-¡Que se me pierde, que se me mata! -exclamó gimiendo Sofía-. Nela, Nela, si me lo sacas, te doy un perro grande; sácalo... ve con cuidado... Agárrate bien.

La Nela se deslizó intrépidamente, poniendo su pie sobre las zarzas y robustos hinojos que tapaban el abismo; y sosteniéndose con una mano en las asperezas de la peña, alargó la otra hasta pillar el rabo de Lili, con lo cual le sacó del aprieto en que estaba. Acariciando al animal, subió triunfante a los bordes del embudo.

-Tú, tú, tú tienes la culpa -díjole Sofía de mal talante, aplicándole tres suaves coscorrones- porque si no te hubieras metido allí... Ya sabes que va tras de ti donde quiera que te encuentra... ¡Qué buena pieza!

Y luego, besando al descarriado animal y administrándole dos nalgadas, después de cerciorarse de que no había padecido nada de fundamento en su estimable persona, le arregló la mantita, que se le había puesto por montera, y lo entregó a Nela, diciéndole:

-Toma, llévalo en brazos, porque estará cansado, y estas largas caminatas pueden hacerle daño. Cuidado... Anda delante de nosotros... Cuidado, te repito... Mira que voy detrás observando lo que haces.

Púsose de nuevo en marcha la familia, precedida por la Nela. Lili miraba a su ama por encima del hombro de la Nela, y parecía decirle: «¡Ay, señora; pero qué boba es usted!»

Teodoro Golfín no había dicho nada durante el conmovedor peligro del hermoso Lili, pero cuando se pusieron en marcha por la gran pradera, donde los tres podían ir al lado uno de otro sin molestarse, el doctor dijo a la mujer de su hermano:

-Estoy pensando, querida Sofía, que ese animal te ocupa demasiado. Es verdad que un perro que cuesta doscientos duros no es un perro como otro cualquiera. Yo me pregunto por qué has empleado el tiempo y el dinero en hacerle un gabán a ese señorito canino, y no se te ha ocurrido comprarle unos zapatos a la Nela. (*)














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