"A casi todos estos restaurantes y casas de comidas del barrio de Saint-Séverin llevaban clandestinamente, de los mercados centrales, por la madrugada, carnes que comenzaban a corromperse, pescados pasados, caza podrida y otra porción de desechos, que allí los adobaban para utilizarlos de nuevo."
Capítulo XI. Los últimos románticos. Pío Baroja, 1916
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