miércoles, 4 de junio de 2025

UN MÉDICO PERFECTO

Capítulo IV.  Los últimos románticos. Pío Baroja. 1916


"Conocía el doctor de Diego todas las martingalas de la práctica para contentar á la gente. Desconfiaba de lo nuevo , lo cual para la mayoría es signo de gran ciencia. Iba treinta ó cuarenta años atrasado en sus ideas, lo que no es mejor ni peor que ir al día, como la moda de boyuno es tampoco mejor que la de ayer, sino igual. Practicón en su oficio , obtenía grandes éxitos, y sobre todo, lo que era más importante para él, ganaba mucho dinero recetando agua de malvas y aceite de ricino. Su mayor habilidad consistía en satisfacer los caprichos del enfermo y resolver sus incompatibilidades: que á éste no le gustaba el chocolate , la leche ó el caldo , pues en seguida el doctor de Diego buscaba otra cosa para darle. Además, el doctor poseía conocimientos acabados y profundos del arte culinario é indicaba el verdadero modo de hacer el puré, la sopita de ajo ó el ponche, y cuando el ama de la casa no le comprendía, llamaba á la cocinera y le explicaba con todo detalle el tiempo que debía estar la cazuela ó la cafetera en el fuego, y otros extremos igualmente interesantes. Un médico cuya escala de conocimientos abarcaba desde las alturas de la psicología hasta las vulgaridades del fogón, necesariamente debía ser un sabio, v lo fuera ó no, el doctor de Diego pasaba por tal."

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