"Conocía el doctor de Diego todas las martingalas de la práctica para contentar á la gente.
Desconfiaba de lo nuevo , lo cual para la mayoría es signo de gran ciencia. Iba treinta ó
cuarenta años atrasado en sus ideas, lo que
no es mejor ni peor que ir al día, como la
moda de boyuno es tampoco mejor que la de ayer, sino igual.
Practicón en su oficio , obtenía grandes éxitos, y sobre todo, lo que era más importante
para él, ganaba mucho dinero recetando agua
de malvas y aceite de ricino.
Su mayor habilidad consistía en satisfacer
los caprichos del enfermo y resolver sus incompatibilidades: que á éste no le gustaba el
chocolate , la leche ó el caldo , pues en seguida el doctor de Diego buscaba otra cosa para darle.
Además, el doctor poseía conocimientos acabados y profundos del arte culinario é indicaba
el verdadero modo de hacer el puré, la sopita
de ajo ó el ponche, y cuando el ama de la casa
no le comprendía, llamaba á la cocinera y le
explicaba con todo detalle el tiempo que debía
estar la cazuela ó la cafetera en el fuego, y
otros extremos igualmente interesantes.
Un médico cuya escala de conocimientos
abarcaba desde las alturas de la psicología
hasta las vulgaridades del fogón, necesariamente debía ser un sabio, v lo fuera ó no, el doctor de Diego pasaba por tal."
¿Alquimia? ¡Pucheros!
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