viernes, 30 de agosto de 2024
PREPARACIÓN AL PARTO EN 1886
jueves, 29 de agosto de 2024
miércoles, 28 de agosto de 2024
NUBE DE GORRIONES
Lo más característico del barrio eran los chiquillos. De cada casucha baja y roma, al lucir el sol en el horizonte, salía una tribu, una pollada, un hormiguero de ángeles, entre uno y doce años, que daba gloria. De ellos los había patizambos, que corrían como asustados palmípedos; de ellos, derechitos de piernas y ágiles como micos o ardillas; de ellos, bonitos como querubines, y de ellos, horribles y encogidos como los fetos que se conservan en aguardiente. Unos daban indicios de no sonarse los mocos en toda su vida, y otros se oreaban sin reparo, teniendo frescas aún las pústulas de la viruela o las ronchas del sarampión; a algunos, al través de la capa de suciedad y polvo que les afeaba el semblante, se les traslucía el carmín de la manzana y el brillo de la salud; otros ostentaban desgreñadas cabelleras, que si ahora eran zaleas o ruedos, hubieran sido suaves bucles cuando los peinaran las cariñosas manos de una madre. No era menos curiosa la indumentaria de esta pillería que sus figuras. Veíanse allí gabanes aprovechados de un hermano mayor, y tan desmesuradamente largos, que el talle besaba las corvas y los faldones barrían el piso, si ya un tijeretazo oportuno no los había suprimido; en cambio, no faltaba pantalón tan corto, que, no logrando encubrir la rodilla, arregazaba impúdicamente descubriendo medio muslo. Zapatos, pocos, y esos muy estropeados y risueños, abiertos de boca y endeblillos de suela; ropa blanca, reducida a un jirón, porque, ¿quién les pone cosa sana para que luego se revuelquen en la carretera, y se den de mojicones todo el santo día, y se cojan a la zaga de todos los carruajes, gritando: «¡Tralla, tralla!»?
De lo que ninguno carecía era de cobertera para el cráneo: cuál lucía hirsuta gorra de pelo, que le daba semejanza con un oso; cuál un agujereado fieltro sin forma ni color; cuál un canasto de paja tejido en el presidio, y cuál un enorme pañuelo de algodón, atado con tal arte, que las puntas simulaban orejas de liebre. ¡Oh, y qué cariño profesaban los benditos pilluelos a aquella parte de su vestido! Antes se dejarían cortar el dedo meñique, que arrancar la gorra o el sombrero; nada les importaba volver a casa de noche sin una pierna del calzón o sin un brazo de la chaqueta; pero tornar con la cabeza descubierta sería para ellos el más grave disgusto.
La Tribuna. Emilia Pardo Bazán. Capítulo XXX
MALTRATO A LA MUJER
Cierto día se difundió por la Fábrica siniestro rumor: Rita de la Riberilla, una operaria, había sido cogida con tabaco. ¡Con tabaco! ¡Jesús, si parecía una santa aquella mujer chiquita, flaca, con los ojos ribeteados de llorar, que solía atarse a la cara un pañuelo negro a causa, quizá, del dolor de muelas! Pero algunas cigarreras, mejor informadas, se echaron a reír: ¿dolor de muelas?, ¡ya baja! Era que su marido la solfeaba todas las noches, y ella, por tapar los tolondrones y cardenales, se empañicaba así; también una vez se presentó arrastrando la pierna derecha y diciendo que tenía reúma, y la reúma era un lapo atroz sacudido por él. Cuando llevaron a la culpable al despacho del jefe, lo primero que hizo fue llorar sin responder; y al cabo, hostigada ya, asaeteada a preguntas, se resolvía a confesar que «el marido» la abría a golpes si no le llevaba todos los días tres cigarros de a cuarto... La Comadreja, con su carilla acutangular, cómicamente fruncida, remedaba a la perfección los entrecortados sollozos, el hipo y las súplicas de la delincuente.
-Tres cig...aaaarros, señor menistrad...ooooor, tres cig...aaaarros sólo, que aun yo de aquí viva no saaaal...ga si otra triste hilacha de taaaaab...aco apañé... que yo no lo hiiiice por cudicia, tan cierto como que Dios bendito está en los diiiivinos sielos, sino que el marido me da con el formón, que, perdonando la cara de usté, en una pierna me cortó la carne, que puedo enseñar la llaga, que aún no curó... Y él sólo quería el tabaco para fuuumar, que no era para vender ni hacer negocio... Y ahora yo pierdo el pan, y mis hijos también... Porque escuche, y perdone: él me decía: «Ya que no traes cuartos hace un mes a la casa, tan siquiera trae cigarros...»....
Aquella tarde, al salir de los talleres, vieron las operarias, colgado cerca del quicio de la puerta, el cartel de rigor: «Habiendo sido cogida con tabaco en el acto del registro la operaria del taller de cigarros comunes, Rita Méndez, del partido núm. 3, rancho 11, queda expulsada para siempre de la Fábrica.- El Administrador Jefe, FULANO DE TAL»
La Tribuna. Emilia Pardo Bazán. Capítulo XXIX