Sebastiano Ricci
(1659 - 1734). Hércules en la
Encrucijada.
Todos los padres, los míos también, viven
preocupados por el futuro de sus hijos. Uno de los temores más acuciantes atañe
a las cualidades morales que exhibirá nuestro retoño, nuestro brote. Y la
meditación sobre el camino “recto”
que no es sino el de la “virtud”
entendida como esfuerzo y persistencia cruza los siglos, desde los paganos
hasta los cristianos mostrando siempre la importancia y dificultad de la
elección.
Hoy traigo a colación a Basilio de Cesárea (330
– 379), Padre de la Iglesia de los primeros siglos, en cuyo escrito “A los jóvenes: cómo sacar provecho de la
literatura griega” se entrelazan ambos mundos, pagano y cristiano, con la
amplitud de miras suficiente para saber discernir cómo muchos escritores
paganos reflexionaron sobre virtudes y costumbres aceptables y asumidas por los
cristianos. En realidad no son dos mundos opuestos, sino un continuum de imágenes virtuosas que nos
es dable hallar entre otros en Homero, Hesíodo, Jenofonte y Basilio. ¡Sólo hay
que saber elegir¡ Y a eso se dedica este panfleto delicioso.
PD. Para aquellos que tras leer a Basilio no
estén aun ahítos, añado una de sus fuentes, Jenofonte (434 - 354 a.C)
“….Heracles, cuando era muy joven, con casi la misma edad que
vosotros tenéis ahora, y estaba decidiendo qué camino tomar, si el que lleva
por el esfuerzo a la virtud o el otro más fácil, se le acercaron dos mujeres,
que eran Virtud y Maldad.
Y de inmediato, aun estando calladas, manifestaban por su
figura lo diferente que eran. La una, en efecto, a base de cosmética esta
acicalada para aparentar belleza, se derretía de lúbrica molicie y llevaba
colgando todo un enjambre de placeres: y el caso es que lo iba exhibiendo y,
prometiéndole aún más cosas, intentaba arrastrar a Heracles hacia sí.
Pero la otra estaba hecha un esqueleto y sucia y con la
mirada seria y le decía cosas muy distintas: no le prometía, no, nada de
desenfreno ni de placer, sino sudor, fatigas y peligros sin cuento por tierra y
mar: el premio de todo esto era hacerse dios, según el relato de aquél. Y
precisamente a esta última acabó por seguir Heracles.”
Basileo de Cesárea. A
los jóvenes: Cómo sacar provecho de la literatura griega. Ed. Ciudad Nueva,
2011. (V, 14-16)
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“Cuando Hércules estaba pasando de la niñez a la
adolescencia, momento en el que los jóvenes, al hacerse independientes, revelan
si se orientarán en la vida por el camino de la virtud o por el del vicio,
cuentan que salió a un lugar tranquilo y se sentó sin saber por cuál de esos
dos caminos se dirigiría...
Y se le aparecieron dos mujeres altas que se acercaban
a él, una de ellas de hermoso aspecto y naturaleza noble, de pureza engalanado
el cuerpo, la mirada púdica, su figura sobria y vestida de blanco.
La otra estaba bien nutrida y aun metida en carnes,
blanda, embellecida con colorete, de modo que parecía más coloradota y esbelta
de lo que era; tenía los ojos abiertos de par en par y llevaba un vestido que
dejaba entrever sus encantos juveniles. Se miraba y remiraba sin
parar, mirando si algún otro la observaba, y a cada momento hasta se volvía a
mirar su propia sombra.
Cuando estuvieron más cerca de Heracles y mientras la
primera le seguía al mismo paso, la segunda se adelantó ansiosa de interpelar a
Heracles y le dijo:
—Te veo indeciso, Heracles, sobre el camino de la vida
que has de tomar. Por eso, si me tomas por amiga, yo te llevaré por el camino
más dulce y más fácil y no te quedará sin probar ninguno de los placeres.
Vivirás sin conocer las dificultades y las penas. En primer lugar, no tendrás
que preocuparte de guerras ni trabajos, sino que te pasarás la vida pensando
qué comida o bebida agradable escoger, qué podrías ver u oír para deleitarte,
con qué aromas te gustaría perfumarte y con qué jovencitos te gustaría más estar
acompañado, cómo dormirías más blando y cómo conseguirías todo ello con el
menor trabajo. Y si alguna vez te entra recelo por los gastos para conseguir
eso, no pienses que yo te llevaré a esforzarte y atormentar cuerpo y espíritu
para procurarlo, sino que te aprovecharás del trabajo de los otros sin privarte
de nada de lo que se pueda sacar algún provecho, porque a los que me siguen yo
les doy la facultad de sacar ventajas por doquier.
Dijo Heracles al oír estas palabras:
—Mujer, ¿cuál es tu nombre?
Y ella respondió:
—Mis amigos me llaman Felicidad, pero los que me
odian, para denigrarme, me llaman Placer.
En esto se acercó la otra mujer y dijo:
—Yo he venido también a ti, Heracles, porque sé
quiénes son tus padres y me he dado cuenta de tu carácter durante tu educación.
Por ello tengo la esperanza de que, si orientas tu camino hacia mí, podrás
llegar seguro a ser el héroe de nobles y hermosas hazañas y yo misma seré mucho
más estimada e ilustre por los bienes que otorgo. No te voy a engañar con preludios
de placer, sino que te explicaré cómo son las cosas en realidad, lisa y
llanamente, tal como los dioses las establecieron. Porque de cuantas cosas
buenas y nobles existen los dioses no conceden nada a los hombres sin esfuerzo
ni solicitud, sino que, si quieres que los dioses te sean propicios, debes
honrarlos, si quieres que tus amigos te estimen, tienes que hacerles favores,
y, si quieres que alguna ciudad te honre, debes servirla; si pretendes que toda
Grecia te admire por tu valor, has de intentar hacer a toda Grecia algún bien;
si quieres que la tierra te dé frutos abundantes, tienes que cuidarla; si crees
que debes enriquecerte con el ganado, debes preocuparte por él; si aspiras a
prosperar en la guerra y quieres ser capaz de ayudar a tus amigos y someter a
tus enemigos, debes aprender las artes marciales de quienes las conocen y
ejercitarte en la manera de utilizarlas. Si quieres adquirir fuerza física,
tendrás que acostumbrar a tu cuerpo a someterse a la mente y entrenarlo por
medio de trabajos y sudores.
El Placer, interrumpiendo, dijo:
- ¿Te
das cuenta, Heracles, de cuán largo y difícil es el camino que esta mujer te
propone hacia la dicha? Yo te llevaré hacia la felicidad por un camino fácil y
corto.
Entonces dijo la Virtud:
- ¡Miserable! ¿Qué bien posees tú? O ¿qué sabes tú de placer, si no estás dispuesta a hacer nada para alcanzarlo? Tú, que ni siquiera esperas el ansia de placer sino que, antes de desearlo, te sacias ya de todo, comiendo antes de tener hambre, bebiendo antes de tener sed, contratando cocineros para comer a gusto, buscando vinos carísimos para beber con agrado, corriendo por todas partes para buscar nieve en verano.
Para dormir a gusto no te conformas con un colchón mullido sino que además procuras armadura y dosel para las camas, pues deseas dormir no porque te cansas, sino por no tener nada que hacer. Y, en cuanto a los placeres amorosos, los fuerzas antes de necesitarlos recurriendo a toda clase de artificios contra natura y utilizando a hombres como mujeres. Así es como educas a tus propios amigos, vejándolos por la noche y haciéndolos acostarse a las mejores horas del día. A pesar de ser inmortal, los dioses te han rechazado y los hombres de bien te desprecian. No oyes nunca el más agradable de los sonidos, el de la autoestima, ni contemplaste jamás el más hermoso espectáculo, el de una buena acción hecha por ti.
¿Quién podría creerte cuando hablas? ¿Quién te socorrería en la necesidad? ¿Quién que fuera sensato se atrevería a ser de tu cofradía? Pues es la de las personas que mientras son jóvenes son físicamente débiles y, de viejos, se vuelven torpes de espíritu, porque durante su juventud se mantuvieron relucientes y sin esfuerzo y ya en la vejez la atraviesan marchitos y llenos de fatiga, avergonzados de sus acciones pasadas y agobiados por las presentes, pues, tras pasar velozmente durante su juventud por los placeres, han reservado para la vejez las lacras.
Yo, en cambio, estoy con los dioses y los hombres de
bien y no hay acción hermosa divina o humana que se haga sin mí. Recibo más
honores que nadie, tanto de los dioses como de los hombres afines. Soy una
colaboradora estimada para los artesanos, guardiana leal de la casa de los
señores, asistente benévola para los criados, buena auxiliar en los trabajos de
la paz, aliada segura de los esfuerzos de la guerra, la mejor intermediaria en
la amistad. Mis amigos disfrutan sin problemas de la comida y la bebida, porque
se abstienen de ellas mientras no sienten deseo de ellas. Su sueño es más
agradable que el de los vagos y, si se sienten molestos cuando lo dejan, ni
siquiera a causa de él dejan de llevar a cabo sus obligaciones. Los jóvenes son
felices con los elogios de los mayores, y los más viejos se complacen con los
honores de los jóvenes. Disfrutan recordando acciones de antaño y gozan
llevando bien a cabo las presentes. Gracias a mí son amigos de los dioses,
estimados de sus amigos y honrados por su patria. Y cuando les llega el final
marcado por el destino, no yacen sin gloria en el olvido, sino que florecen por
siempre en el recuerdo, celebrados con himnos.
Así es, Heracles, hijo de padres ilustres, como
podrás, a través del esfuerzo continuado, conseguir la felicidad más perfecta”.
Jenofonte. Memorabilia. “Heracles
en la encrucijada"
PS. Hermosas y numerosas representaciones de la Historia del Arte de mismo tema: https://commons.wikimedia.org/wiki/Category:Hercules_at_the_crossroads
Hércules: camino empredado frente a camino liso
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