No solo esta reservado a Romeo y Julieta morir y ser enterrados juntos. Ni a los amantes de Teruel tampoco. El amor de un padre como el del sofista Evodiano de Esmirna nos sirva de paradigma.
Cuando se le murio su hijo en Roma, no profirio indignos lamentos mujeriles, sino que, tras gritar tres veces: «Hijol», lo enterró. Se moría él también, en Roma, y sus amigos, todos, se encontraban presentes discutiendo qué hacer con su cadáver, si enterrarlo allí mismo o transportarlo a Esmirna, embalsamado. Y Evodiano, levantando la voz, dijo: «No quiero dejar a mi hijo solo.» Así, les encomendó con claridad que lo sepultaran al lado de su hijo.
La muerte, ese asunto permanentemente vivo.
ResponderEliminar"Cuando estés impaciente, lo que debes hacer es voltear a la izquierda y pedir consejo a tu muerte. Una inmensa cantidad de mezquindad se pierde con sólo que tu muerte te haga un gesto, o alcances a echarle un vistazo o nada más con que tengas la sensación de que tu compañera está allí vigilándote".
EliminarCarlos Castaneda, Viaje a Ixtlán
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