martes, 19 de septiembre de 2023

LA GUERRA DAÑA A LOS HOMBRES


La guerra mata a los varones. A veces poco a poco, trozo a trozo. Nos lo cuenta Pérez Galdós en el tercer capítulo de Trafalgar.




Réstame hablar ahora del marinero Marcial, objeto del odio más vivo por parte de doña Francisca, pero cariñosa y fraternalmente amado por mi amo don Alonso, con quien había servido. Marcial (nunca supe su apellido), llamado entre los marineros Medio-hombre, había sido contramaestre en los barcos de guerra durante cuarenta años. En la época de mi narración la facha de este héroe de los mares era de lo más singular que puede imaginarse. Figúrense ustedes, señores míos, un hombre viejo, más bien alto que bajo, con una pierna de palo, el brazo izquierdo cortado a cercén más abajo del codo, un ojo menos, la cara garabateada por multitud de chirlos en todas direcciones y con desorden trazados por armas enemigas de diferentes clases, con la tez morena y curtida como la de todos los marinos viejos, con una voz ronca, hueca y perezosa, que no se parecía a la de ningún habitante racional de tierra firme, y podrán formarse idea de este personaje, cuyo recuerdo me hace deplorar la sequedad de mi paleta....(*)



1882

jueves, 14 de septiembre de 2023

LA MANO MUERTA (ALUCINACIÓN)


En su obra Diario de un enfermo, encontramos un Azorín abandonado y nihilista. Conoce brevemente el amor que de inmediato le arrebata la tuberculosis. 
En la entrada del 20 de noviembre a las 7 de la tarde, reflexiona, alucinado, sobre una mano momificada que tiene en su mesa. Vemos un Azorín "gore" que excusa su visión por la fiebre.




"En la mesa en que escribo, sobre caja negra de laca, tengo una de sus manos: fina, pequeña, piadosamente recogida, doblados ligeramente los secos dedos, puesto bajo el índice el pulgar. El reflejo verde de la lámpara, la ilumina. Un momento, la imaginación, febril, finge que se colorea y acarnosa el seco pergamino, que se distienden los dedos, que se anima la mano toda y da golpes cariñosos sobre la negra tapa - golpes con que la juventud muerta saluda y llama a la juventud viva..."

jueves, 7 de septiembre de 2023

LA MEDICINA NO ES CIENCIA EXACTA


cap vi

PRIVILEGIO DE LOS VIEJOS...


En una de sus epístolas familiares de 1523 (parte segunda, XXXVI), el bueno del obispo de Mondoñedo, Antonio de Guevara (cronista de Carlos V, evangelizador de moriscos en Oliva y guerrero en la Sierra de Espadán), se permite enumerar los cincuenta privilegios de que gozan los ancianos. 

Es carta de humor negro en grado sumo. Algunos de los privilegios rayan en lo desagradable. 

Advertidas quedan "vuesas mercedes".



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Prosigue el auctor su intento, y pone cincuenta previlegios que tienen los viejos, dignos de leer y no menos de notar. 



Es previlegio de viejos ser cortos de vista, y tener en los ojos lagañas, y muchas veces no hay nubes en los cielos, y tiénenlas ellos en los ojos, y sola una candela les paresce ser dos candelas, y aun otras veces desconoscen al amigo y hablan por él al estraño. 

Es previlegio de viejos zumbarles siempre algún oído, y quexarse mucho que oyen dél poco, y la señal desto es que ladean la cabezça para oír, y si no es a voces, no pueden cosa ninguna entender, y el trabajo que con ellos hay es que todo lo que veen y no pueden entender piensan que es en perjuicio de su honra o en detrimento de su hacienda. 

Es previlegio de viejos caérseles los cabellos sin que se los peinen, y nascerles en los pescueços sarna sin que la siembren, y más y allende desto, les verán al sol deslendrar la cabeça, y quexarse mucho que les come la caspa, para el remedio de lo cual querrían lavarse con lexía, y no osan por la flaqueça de la cabeça. 

Es previlegio de viejos que en la boca les falte algún diente, se les ande algún colmillo y tengan dañadas de neguijón algunas muelas, y lo que es peor de todo, que muchos viejos se quexan cuando beben y cecean cuando hablan. 

Es previlegio de viejos poder meter un grano de pimienta a la muela dañada, y beber un poco de vino y romero para enxaguar la boca, y tener amistad con la muger que ensalma, y aun para limpiar los dientes hacer unos palillos de tea. 

Es previlegio de viejos, digo de los que pasan de sesenta años, dar blancas a los mochachos por que les maten una gría y que les saquen los aradores de las palmas y se les muestren andar sobre las uñas. 

Es previlegio de viejos les descortecen el pan que han de comer, les agucen el cuchillo con que han de cortar, y les piquen la carne que han de comer, y que no les agüen el vino que han de beber, porque al viejo muy viejo no hay cosa que le dé tan mala comida como es sentir que el vino tiene mucha agua. 

Es previlegio de viejos que todas las veces que se quexan, o coxean de alguna hinchaçón en el tobillo, o de algunos adrianes endurescidos, o de algunas uñas sobre salidas, o de algunas venas enconadas, si por caso les preguntan sus vecinos si es su mal gota, juran y perjuran que no es sino una rascadura. 

Es previlegio de viejos traer las calças abiertas, los borceguíes hendidos, los çapatos desmajolados y aun estarse algunas veces descalços, y desde aquí juro y salgo fiador por ellos, que si lo hacen, no es por malicia, ni aun por galanía, sino porque les fatiga la gota o andan cargados de sarna. 

Es previlegio de viejos, digo de viejos podridos, que muchas veces, pensando de escupir en el suelo, se escupen a sí mismos en el manto o sayo, lo cual no hacen ellos de sucios, sino porque no pueden echar la escupetina más lexos. 

Es previlegio de viejos no salir en invierno de una chimenea, si hace frío, y después de comer salirse a una solana, si hace sol, y lo que, no sin reír, escribo es que como algunas veces con el calor se les seca al sol la saliva, no dexan de enviar a saber qué hace la tabernera. 

Es previlegio de viejos que se les ande un poco la cabeça, y que se les tiemble también alguna mano, porque no pueden sorber la cocina sin que se les caiga acuestas, ni pueden beber el vino sin que se les derrame. 

Es previlegio de viejos holgar de asentarse en un poyo por arrimarse y tener una silla de caderas para recostarse, y el donaire que en este caso suele acontescer es que al tiempo que se acaban de asentar, la triste de la silla que se quiebra, o a lo menos rechina. 

Es previlegio de viejos beber con un torreznito a la mañana, comer a las diez la olla y tomar a las dos de la tarde una conserva, pedir a las seis la cena, y en lo que no pierden punto es en acostarse con las gallinas y levantarse antes que amanezca, a llamar a las moças. 

Es previlegio de viejos que osen andar coxeando por su casa y traer en la mano una caña, y porque la caña les sirva de silla tan bien como de albarda, algunas veces escarban con ella el fuego, y aun otras veces dan a su moço un palo. 

Es previlegio de viejos que, sin mandarlo el provisor, ni saberlo el corregidor, puedan traer un pañiçuelo de narices en la cinta, y ponerse un babadero cuando están en la mesa, y un sudadero en torno de la garganta, con el cual, a falta de toallas, se suelen ellos enxugar las manos y aun sonar las narices. 

Es previlegio de viejos comer muy de espacio, beber muy a menudo y mudar muchas veces de un carrillo en otro el bocado, y tienen también auctoridad que, si por caso no vinieren a comer con tiempo los convidados, puedan ellos con buena conciencia catar entre tanto los vinos. 

Es previlegio de viejos, a la hora que se acuestan, preguntar si está el cielo estrellado, y preguntar muy de mañana si es el sol salido, y si ha helado, o llovido, y aun también suelen tener los viejos muy gran cuenta con la conjunción de la luna, para ver si entró seca, o si entró mojada, y si por caso lo ponen algunas veces en olvido, su riñón y ijada tienen cargo de acordárselo. 

Es previlegio de viejos, quejarse que contaron aquella noche el reloj cada hora, y enviar a saber de qué viento está la veleta, porque si el aire es solano, dicen que los desmaya, y si corre ciergo, quéxanse que los destiempla. 

Es previlegio de viejos poner los pies sobre una tabla, y recodar los braços sobre una almohada, y si por caso se durmieren de espaldas en la silla o roncaren de bruces sobre la mesa, díxome Alonso de Baeça que no les llevaría por ello alcabala. 

Es previlegio de viejos tener grandes defensivos contra el frío, como contra su mortal enemigo, y guardarse mucho de caminar contra viento, y lo que a mí me cae en mucha gracia es el cuidado que tienen en los grandes fríos del invierno que estén las puertas muy cerradas, y las ventanas muy apretadas. 

Es previlegio de viejos no se querer ir a acostar sin que primero les pongan una bacineta a do escupan y les pongan un orinal a la cabecera, y aun un servidor tras la cama, y si lo çufre su costilla, mandan que dentro de su cámara duerma un moço o una moça para que le respondan si llamare y le levanten la colcha si se le cayere. 

Es previlegio de viejos lavarse cada sábado las piernas, raerse muy bien los callos, cortarse muy a raíz las uñas y vestirse aquella noche sus camisas limpias, y si por caso hace aquel día buen día, ruega y aun roncea a su moça le peine un rato y le espulgue otro. 

Es previlegio de viejos pasar tiempo después de comer en jugar al triunfo, o a la ganapierde, o a las tablas, en casa de sus vecinos, si pueden, o enviarlos a llamar, si no pueden, y el donaire que en este caso pasa es que hora el viejo juegue largo, hora el vicio juegue corto, no ha de faltar en la mesa fructa y vino, y no de lo peor que hay en el pueblo. 

Es previlegio de viejos arrimarse a una tienda, o pasearse por el portal de la iglesia, o asentarse en un poyo de la plaça, o en una silla a su puerta, y esto no para más de para saber si hay algo de nuevo en el pueblo, y para hablar con alguno, si pasa camino, del cual exercicio reniegan los vecinos y aun blasfeman los criados, porque no querrían tenerlos por testigos de todo lo que dicen, ni aun por veedores de todo lo que hacen. 

Es previlegio de viejos quexarse a los vecinos y reñir con sus criados que el pan que les ponen a la mesa está duro; la carne, que no está manida; la olla, que no está saçonada; la casa, que no está limpia; la moça, que es reçongona, y la muger, que es muy comadrera; las cuales quexas nascen de estar algunas veces los pobres vicios mal servidos, y aun otras veces de ser ellos mal acondicionados. 

Es previlegio de viejos que, sin incurrir en el canon de «si quis suadente diabolo», ni quebrantar ninguna pregmática del reino, pueda descorteçar el pan que han de comer, y no echar agua al vino que han de beber, y aun se contiene en el quinto párrafo de su previlegio que al viejo que pasare de los sesenta años, le puedan contar los bocados que come, mas no le cuenten las veces que bebe. 

Es previlegio de viejos reñir mucho con los moços y moças de casa, cuando se ríen alto, y pregúntanles qué es en lo que están hablando cuando hablan paso, y la causa desto es porque piensan que se ríen dellos, cuando hablan recio, o que murmuran dellos, cuando hablan a solas. 

Es previlegio de viejos reñir y gruñir con las moças que tienen en casa, y envían fuera, diciéndoles que nunca vuelven de do las envían, ni hacen a derechas cosa que les mandan, y lo que no sin reír me puedo escrebir es que a hurtas de sus mugeres les dicen algunos requiebros y aun les piden celos de los moços. 

Es previlegio de viejos de nunca estar sino quexándose, ora que les duele la rodilla, o que tienen el hígado escalentado, o que sienten el baço opilado, o que el estómago les fatiga, o que la gota les mata, o que la ciática los desvela, y sobre todo que la pobreça los ahoga; de manera que apenas hay viejo al cual no le sobren dolores y le falten dineros. 

Es previlegio de viejos preguntar a todos los que topan en la plaça o en la iglesia qué dicen agora del rey y qué nuevas hay de corte, y, lo que más de notar es que, sea verdad o que sea mentira lo que les han contado, a todos lo cuentan ellos por verdadero, añadiendo siempre de su casa alguna cosa, y aun diciendo lo que ellos sienten de aquella nueva. 

Es previlegio de viejos, por lo menos una vez en el mes, abrir sus arcas y cerrar tras sí las puertas, y allí, solos y a solas, mirar y remirar las joyas que tienen y contar dos o tres veces los dineros que poseen, poniendo a una parte los doblones, a otra los ducados sencillos, a otra las coronas faltas y aun a otra los ducados de a diez, uno de los cuales se dexarán ellos antes morir que darle a trocar. 

Es previlegio de viejos, digo de los que no son nobles y generosos, ser naturalmente avaros, escasos, apretados y mezquinos, y esto no sólo para sus vecinos, mas aun para sí mismos, lo cual paresce claro, en que guardan la mejor ropa y traen la más rota, venden el mejor vino y beben el más acedo, truecan el mejor pan y comen lo más dañado; de manera que viven pobres por morir ricos, y todos los sudores de su vida se venden después en el almoneda. 

Es previlegio de viejos que cuando entran en concejo, o van a las bodas, o están en la iglesia, asentarse a cabecera de mesa, ponerse en lo más alto del banco, tomar primero el pan bendicto y proponer lo que se ha de hablar en concejo, y lo que no sin lástima se puede decir es que hay algunos viejos tan prolixos en lo que cuentan y tan inciertos en lo que dicen, que dan que reír a unos y que mofar a otros. 

Es previlegio de viejos hablar sin que les hablen, responder sin que les pregunten, dar consejo sin que se lo pidan, pedir algo sin que se lo ofrescan, entrarse en casa sin que los llamen y aun asentarse a la mesa sin que los conviden; de lo cual, como yo reprehendiese a un viejo amigo mío, respondióme él: «Andad, señor, y no miréis en esas poquedades, pues sabéis que a canas honradas no ha de haber puertas cerradas». 

Es previlegio de viejos ser naturalmente rencillosos, coléricos, tristes, desabridos, sospechosos y mal contentadiços, y la raçón que para ello hay es que como con los largos años tienen ya la sangre resfriada y tienen la cólera requemada, y aun tienen la condición de cuando eran moços mudada, mucho más descansan con el reñir que no con el reír. 

Es previlegio de viejos ponerse a contar en las noches del invierno y en las fiestas del verano las tierras que han andado, las guerras en que se han hallado, los mares que han pasado, los peligros que han corrido y aun los amores que han tenido; mas no dirán los años que han cumplido, ni el tiempo cómo se les ha pasado; antes si comiençan a hablar en esta materia, mudan ellos luego la plática. 

Es previlegio de viejos tener siempre cuenta con boticarios, llamar muchas veces a los médicos, hablar con las viejas ensalmadoras, conoscer las propriedades de muchas yerbas, saber cómo se sacan las aguas, poner al sol muchas redomas y aun tener en la alacena botecicos de medicinas; verdad es que los viejos de mi tierra, la Montaña, más cuentas tienen con la taberna que no con la botica. 

Es previlegio de viejos aborrescer las cosas agrias y amar las que son dulces, es a saber, dátiles de Orán, diacitrón de Gandía, limones de Canarias, mermeladas de Portugal y costras de la India; verdad es que yo conosco algunos viejos tan sanos y tan recios, que aman más una moxama salada que cuantas conservas hay en Valencia. 

Es previlegio de viejos loar mucho el tiempo pasado y quexarse siempre del tiempo presente, diciendo que en su juventud conoscieron ellos a muchos vecinos y amigos suyos, los cuales eran animosos, dadivosos, esforçados, gastadores, honrados y valerosos, y que ya el mundo es venido a tal estado, que todos son en él cobardes, escasos, mentirosos, mezquinos y fementidos, y la causa deste descontento es que entonces, con la alegría de la juventud, no les paresce cosa mal, y agora, como son ya viejos, ninguna cosa les paresce bien. 

Es previlegio de viejos que por su auctoridad, y aun necesidad, pueden traer en el braço un pellejo de raposo, para desecar reumas, y en la cabeça una caperuça de lino crudo, para enxugar los humores, y en la cama tengan cocedra de pluma, para tener más calor, y dormir con un saico de lienço, para si se descubriere los braços, y traer una almilla de grana, para alegrar el coraçón, y aun un socrocio en el estómago, para ayudar a la digestión. 

Es previlegio de viejos que puedan traer en el invierno callas y calçuelas, botas y borceguíes, pantuflos y servillas en los pies; pueden también traer guantes de cuero y de lana, y aun de nutria, en las manos; pueden también traer çamarro, sayo, jubón y almilla y camisa vestido, pueden también traer sombrero, bonete y caperucilla en la cabeça, y pueden tener también pajas, cocedrón, cocedra, colchón, fraçada y colcha en la cama, y pueden también dormir en alcoba con paramentos, esteras y brasero y escalentador, y lo mejor de todo es que, con todos estos regalos que les hacen, no paran los tristes de toda la noche toser, y aun desde la cama reñir. 

Es previlegio de viejos que, cuando se quieren acostar, y se acaban de descalçar, se rasquen luego las espinillas y se cofreen un poco las espaldas, y si el viejo es limpio y curioso, hace que luego allí le espulguen las calças, y aun que le traigan las piernas; lo cual todo hecho, dice a su moça: «Por tu vida, María, que me abras esa cama y me traigas a beber una vegadilla». 

Es previlegio de viejos que puedan con buena conciencia, aunque no sin alguna vergüença, descender las escaleras de su casa arrimados, y que al tiempo de subirlas, los suban de los cobdos sobarcados, y si les paresciere que la escalera es un poco agria, o es algún tanto larga, podrán a trechos descansar en ella. 

Es previlegio de viejos que cuando se hallan en casa solos o están en la cama desvelados, ponerse a pensar en el tiempo de su mocedad, cómo se les ha pasado, y de cómo todos los amigos de su tiempo se les han ya muerto, y de cómo con el mal de la vejez pueden ya poco, y aun de cómo los tienen todos en poco; la memoria de las cuales cosas todas les hace estar pensativos y aun andar aborridos, porque se veen morir sin poderse remediar. 

Es previlegio de viejos hablar muchas veces con el cura de la perrochia sobre su enterramiento, y hablar con su confesor sobre lo de su testamento, y el donaire que pasa en este caso es que sobre aquí más allí tomarán sepultura, o a éste más aquél dexarán su hacienda, apenas hay tantas horas en el día cuantas ellos en su coraçón hacen mudança. 

Es previlegio de viejos ser a do quiera que estén conoscidos y ser por do quiera que fueren sentidos, es a saber, en ir mucho tosiendo, en llevar los pies arrastrando, y aun otras veces se dan a conoscer en el roído que van haciendo con el palo y en que van gruñendo con su moço. 

Es previlegio de viejos traer gran espacio de tiempo lo que comen de un carrillo en otro, y tener el vaso de vino entretanto en las manos, y como tienen mejores gaznates para tragar que no muelas para maxcar, el mejor remedio que en este caso hallan es de entre bocado y bocado tomar dos sorbos de vino, de manera que si va lo que comen mal maxcado, va a lo menos bien remojado. 

Es previlegio de viejos traer siempre atada en el braço la llave del dinero, y tener en la bolsa guardada la llave del trigo, y del vino, y sobre dar trigo para moler y dinero para gastar, hunden a voces la casa, y aun llevan sus mugeres alguna mala comida. 

Es previlegio de viejos amohinarse con los que les preguntan qué años han, y holgarse mucho con los que les hablan de los amores que tuvieron, y el daño que en este caso hay es que por una parte quieren matar a los que no los honran como a viejos y por otra se enojan mucho con los que les cuentan los años, por manera que aman la auctoridad y encubren la edad. 

Es previlegio de viejos quexarse a todos que no pueden comer bocado, que no les aderesçan cosa sabrosa, que no les dan ningún regalo, que no les hacen la cama llana, que les retienta cada hora la gota, que les hace mucho mal la cena y que no han dormido aquella noche una hora, y, por otra parte, no es Dios amanescido, cuando riñen con todos porque no les dan el almuerço. No más, sino que nuestro Señor sea en vuestra guarda y a mí dé gracia que le sirva. De Valencia, a XII del mes de hebrero. Año MDXXIII.



lunes, 4 de septiembre de 2023

DUELO POR LA MUERTE DE UN SER QUERIDO



Ley fué, ilustre señor, entre unos bárbaros que llamaron los lidos, que en caso de muerte nadie fuese a consolar al padre, dentro del año que se le había muerto su hijo, porque si le pesó mucho de verle morir, era muy temprano para le consolar. Aunque estos lidos tenían nombres de bárbaros, a mi parescer eran en esto cuerdos y discretos, porque el coraçón recién lastimado y lloroso, como está atónito y espantado, con ninguna cosa le pueden más consolar que con ayudarle su tristeza a llorar. Todo esto digo, señor duque, para que si os paresce que escribo tarde esta letra consolatoria, me creáis que sentí muy temprano vuestra pérdida y lástima, y que de pura industria, y no de pereza, he estado hasta agora aguardando que se os enxugasen un poco las lágrimas y se vadease algo vuestro coraçón. 




Cartas Familiares. II- VII

sábado, 2 de septiembre de 2023

DIVINO DON, LA PALABRA

Que por usarlo a diario no veamos su importancia, bueno está. Que quien lo pierde lo añora como útil herramienta, ¿quién lo dudara?
Pero la maravilla y el portento de verse perro hablador solo lo aquilata y estima Berganza.


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[CIPIÓN].-   Pero, sea lo que fuere, nosotros hablamos, sea portento o no; que lo que el cielo tiene ordenado que suceda, no hay diligencia ni sabiduría humana que lo pueda prevenir; y así, no hay para qué ponernos a disputar nosotros cómo o por qué hablamos; mejor será que este buen día, o buena noche, la metamos en nuestra casa; y, pues la tenemos tan buena en estas esteras y no sabemos cuánto durará esta nuestra ventura, sepamos aprovecharnos della y hablemos toda esta noche, sin dar lugar al sueño que nos impida este gusto, de mí por largos tiempos deseado.

BERGANZA.-   Y aun de mí, que desde que tuve fuerzas para roer un hueso tuve deseo de hablar, para decir cosas que depositaba en la memoria; y allí, de antiguas y muchas, o se enmohecían o se me olvidaban. Empero, ahora, que tan sin pensarlo me veo enriquecido deste divino don de la habla, pienso gozarle y aprovecharme dél lo más que pudiere, dándome priesa a decir todo aquello que se me acordare, aunque sea atropellada y confusamente, porque no sé cuándo me volverán a pedir este bien, que por prestado tengo.

CIPIÓN.-   Sea ésta la manera, Berganza amigo: que esta noche me cuentes tu vida y los trances por donde has venido al punto en que ahora te hallas, y si mañana en la noche estuviéremos con habla, yo te contaré la mía; porque mejor será gastar el tiempo en contar las propias que en procurar saber las ajenas vidas.


El coloquio de los perros. Miguel de Cervantes (1613)