martes, 28 de julio de 2015

EL ORDEN DE CABALLERÍA Y EL APRENDIZAJE


Llibre de Cavalleria.
Ramón Llull (1275)



I.11 “La ciència e l'escola de l'orde de cavalleria és que cavaller faça a son fill mostrar de cavalcar en son jovent; car si l'infant en son joven no aprèn a cavalcar, no ho porà apendre en sa vellesa. E lo fill del cavaller cové que, dementre que és escuder, sàpia pensar de cavall; e lo fill de cavaller cové que sia enans sotmès que senyor, e que sàpia servir senyor car, en altra manera, no coneixeria la nobilitat de sa senyoria con seria cavaller. E per açò lo cavaller deu sotsmetre son fill a altre cavaller, per açò que aprenga a tallar e a guarnir, e les altres coses qui es pertanyen a la honor de cavaller.”

I.12. “Qui ama orde de cavalleria cové que, enaixí com aquell qui vol ésser fuster ha mester maestre qui sia fuster; e aquell qui vol ésser sabater cové que haja maestre qui sia sabater, enaixí qui vol ésser cavaller cové que haja maestre qui sia cavaller; car enaixí és descovinent cosa que escuder aprena l'orde de cavalleria d'altre home mas d'home qui sia cavaller, con seria descovinent cosa si el fuster mostrava a l'home qui vol ésser sabater.”

I. 13 “Enaixí con los juristes e els metges e els clergues han ciència e llibres, e oen la lliçó e aprenen llur ofici per doctrina de lletres, tant és honrat e alt l'orde de cavaller, que no tan solament abasta que a l'escuder sia mostrat l'orde de cavalleria per pensar de cavall, ni per servir senyor, ni per anar ab ell en fet d'armes, ni per altres coses semblants a aquestes; oc encara seria covinent cosa que hom de l'orde de cavalleria faés escola, e que fos ciència escrita en llibres, e que fos art mostrada així com són mostrades les altres ciències; e que los infants fills dels cavallers, en lo començament que apresessen la ciència qui pertany a cavalleria, e enaprés que fossen escuders e que anassen per les terres ab los cavallers.”


"El estudio, el esfuerzo personal y contar con personas dignas y capaces de ser un ejemplo de conocimiento y virtud están en la base de todas las profesiones. Pese a todas las electrónicas, siempre habrá aprendizaje por la tutela y la imitación. También para nuestros Médicos Internos."


CUENTO DE APOLONIO DE TIANA A UN NIÑO SOBRE EL ORIGEN DE LAS FÁBULAS DE ESOPO


(Apolonio de Tiana relata a Menipo un cuento que oyó de niño sobre el 
origen de las fábulas de Esopo)


...Y a mí, Menipo, mi madre me enseñó de muy niño una historia acerca de la sabiduría de Esopo: que Esopo fue en tiempos pastor y apacentaba su rebaño cerca de un templo de Hermes, y que estaba enamorado de la sabiduría y le pidió que se la concediera. Otros muchos frecuentaban a Hermes pidiéndole lo mismo; uno colgaba del altar oro; otro, plata; otro, un caduceo de marfil; otro, alguna cosa valiosa por el estilo. Pero Esopo no estaba en situación de tener nada de eso, sino que ahorraba de lo que tenia y le ofrecía libaciones de leche, toda la que daba una oveja ordeñada; llevaba al altar un panal como para colmar una mano, y pensaba incluso convidarlo con mirtos, ofreciéndole a la vez unas pocas rosas o violetas.  “¿Qué razón hay, Hermes”. decía, “para que trence coronas y desatienda mis rebaños?” Y así llegaron al día señalado para la distribución de la sabiduría. Hermes, como dios de la elocuencia y dispensador de ganancias que es, dijo: “Tú, ten la filosofía” al que había hecho sin duda más ofrendas; y: “Tú, ocupa tu lugar entre lo oradores”, al que le había agradado en segundo lugar. “Tu puesto será dedicarte a la astronomía.” “El tuyo, ser músico; el tuyo, poeta del metro heroico; el tuyo, poeta yámbico.” Y luego, aun cuando era muy sabio, agoto sin querer todas las partes de la filosofía y no se dio cuenta de que había dejado fuera a Esopo. Se acuerda entonces de las Horas, por las que el mismo fuera criado en las cumbres del Olimpo: que, cuando estaba aún en pañales, por haberle contado una historia acerca de una vaca, en la que la vaca dialogaba con el hombre acerca de sí misma y de la tierra, le habían hecho desear las vacas de Apolo; así que le concede entonces a Esopo la fabulística, que era lo que quedaba en la morada de la sabiduría, diciéndole: “Ten lo primero que aprendí.” Efectivamente, las múltiples formas del arte salieron de allí para Esopo, y a este resultado llegó el asunto de la fabulística.


Libro V, 14

Vida de Apolonio de Tiana. Filóstrato.

Biblioteca Básica Gredos, 2002.

Traducción: Alberto Bernabé Pajares

sábado, 25 de julio de 2015

LOS NIÑOS SIEMPRE DICEN LA VERDAD




Aristágoras, tirano de Mileto (Jonia) acude a Esparta solicitando de Cleómenes la ayuda de los lacedemonios contra el Persa. Aristágoras tienta a Cleómenes con cantidades cada vez mayores para comprar su ayuda. Afortunadamente, su hija Gorgo nos da un ejemplo de honestidad ante los chantajes. 
¿Cuantos políticos actuales no hubieran necesitado a su lado hijos tan íntegros?



 


“Viéndose Aristágoras tan mal despachado y despedido, toma en las manos en traje de suplicante un ramo de olivo, y refugiándose con él al hogar mismo de Cleómenes, le ruega por Dios que tenga a bien oírle a solas, haciendo, retirar de su vista aquella niña que consigo tenía, pues se hallaba casualmente con Cleómenes su hija Gorgo, de edad de 8 a 9 años, única prole que tenía. Respóndele Cleómenes que bien podía hablar sin detenerse por la niña de cuanto quisiera decirle. Al primer envite ofrécele, pues, Aristágoras hasta 10 talentos, si consentía en hacerle la gracia que le pidiera: rehúsalos Cleómenes, y él, subiendo siempre de punto la promesa, llega a ofrecerle hasta 50 talentos. Entonces fue cuando la misma niña que lo oía: —«Padre, le dijo, ese forastero, si no le dejáis presto, yéndoos de su presencia, logrará al cabo sobornaros por dinero.» Cayéndole en gracia a Cleómenes la simple prevención de la niña, se retiró de su presencia pasando a otro aposento. Precisado con esto Aristágoras a salir de Esparta, no tuvo lugar de hablarle otra vez para darle razón del largo camino que había hasta la corte del rey.”



Heródoto. Los Nueve Libros de la Historia. V, 51, 2.
Traducción P. Bartolomé Pou, S. J. (1727-1802)