domingo, 22 de octubre de 2023

FILOSOFANDO A GARROTAZOS

Quién no recuerda y odia a Larra y sus Artículos varios. En el instituto era lectura obligatòria. Però a veces te ríes. Cómo en este silogismo contra los idealistas que tan poco encajan con la práctica médica diaria.

Larra donde las dan las toman.


Un filósofo creía que cuanto en la vida acaece no pasa realmente, sino que es una ilusión de nuestros sentidos, que nos lo hacen creer así, y llevaba su opinión tan al extremo, que quería hacer creer que en realidad no existimos, sino que se nos figura existir. Consolaba un día a un afligido que acababa de perder su fortuna al volver de un dado, con sus alambicadas reflexiones, y decíale:

-Convénzase usted de que no ha perdido su dinero, sino que es una ilusión de sus sentidos; convénzase usted de que nada se siente en esta vida sino que se cree sentir...

A esto no pudo sufrir más el malhumorado, que le pareció burla quererle probar que estaba viendo visiones; y enderezando un bastón que traía en la mano, conforme le había de dar una razón, a estilo de Correo, diole un palo, y tras éste otro, y tras éste cuantos pudo; y como se quejase el filósofo con gritos descompasados rogándole no le pegara más, le repetía a cada golpe:

-Se equivoca usted, señor filósofo, que yo no le pego; es una ilusión de sus sentidos -y dábale otro y le añadía-: Es mentira; a usted no le duele, sino que se le figura.

Con lo cual le probó hasta la evidencia que es difícil ser filósofo a costa de la razón, y se cree que no volvió nuestro loco a asegurar a nadie que no existía.

 

miércoles, 18 de octubre de 2023

TRADUCCIÓN CERO

Hoy he sabido en clase de Teoría Literaria lo que es una traducción cero: aquella que por cualquier razón decide no traducir, recortar por tanto, un fragmento. 
En mi afán innovador os ofrezco Los viajes de Gulliver en una traducción 100% cero. Disfrutadla y que no se os haga indigesta.

viernes, 13 de octubre de 2023

NIÑO ARREPENTIDO


El Rey felón, el peor de la historia de España para muchos, obligado a pedir perdón como un niño que roba caramelos. Bien es cierto que aquí se le acusó de pretender derrocar a su padre Carlos IV . Nos lo cuenta Don Benito en el segundo de los episodios nacionales, capítulo XXI.


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-Pero léanos usted de una vez el decreto -dijo doña Ambrosia-, aunque sin oírlo ya sé que el señor Godoy nos habrá hecho una nueva trastada.

-No es más -continuó el papelista-, sino que han ido a la prisión del Príncipe, y poniéndole una pistola al pecho, le han obligado a escribir estas herejías, sí, señores, porque es imposible que un joven tan caballeroso, tan honrado y de tan buen entendimiento como es el hijo de nuestros Reyes, se rebaje y se humille hasta el extremo de pedir perdón como un chico de la escuela, y de acusar tan villanamente a los que le han ayudado.

-Pero lea usted, Sr. D. Anatolio.

Entonces D. Anatolio limpió el gaznate, y con tono de pedagogo leyó el famoso decreto de 5 de Noviembre, que empieza así: «La voz de la naturaleza desarma el brazo de la venganza, y cuando la inadvertencia reclama la piedad, no puede negarse a ello un padre amoroso...». Lo notable de este decreto, en que se anunciaba a la nación el arrepentimiento del Príncipe conspirador, eran las dos cartas que él había dirigido a la Reina y al Rey, y que casi puedo transcribir aquí sin echar mano a la historia, donde están para in aeternum consignadas, porque las recuerdo muy bien; tan originales y gráficos eran el lenguaje y tono en que estaban escritas. Decía así la primera:

«Papá mío: he delinquido, he faltado a V. M. como Rey y como padre; pero me arrepiento y ofrezco a V. M. la obediencia más humilde. Nada debía hacer sin noticia de V. M., pero fui sorprendido. He delatado a los culpables, y pido a V. M. me perdone por haberle mentido la otra noche, permitiendo besar sus reales pies a su reconocido hijo -Fernando

La segunda era como sigue:

«Mamá mía: estoy arrepentido del grandísimo delito que he cometido contra mis padres y Reyes, y así con la mayor humildad le pido a V. M. se digne interceder con papá, que me permita ir a besar sus reales pies a su reconocido hijo -Fernando

En estas cartas aparecía el pobre Príncipe como el más despreciable de los seres, pues demostrando no tener ni asomo de dignidad en la desgracia, confesaba que había mentido, y después de delatar a los culpables, pedía perdón a sus papás, como un niño de seis años que ha roto una escudilla. Pero entonces los honrados y crédulos burgueses de Madrid no comprendían que ocurriera nada malo sin que fuera causado por el atrevido Príncipe de la Paz, y hasta las malas cosechas, los pedriscos, los naufragios, la fiebre amarilla y cuantas calamidades podía enviar el cielo sobre la Península, se atribuían al favorito. Así es que nadie veía en las citadas cartas una manifestación espontánea del Príncipe, sino antes bien una denigrante confesión arrancada por sus carceleros, para ponerle en ridículo a los ojos del país entero. Si ésta fue la intención de la corte, produjo efecto muy contrario al que se proponían, pues conocido el decreto, el público se puso de parte del prisionero, y abrumó al valido con su ardiente maledicencia, suponiéndole autor, no sólo del decreto, sino de las cartas.




El complot del Escorial (*)