domingo, 17 de enero de 2016

CASTIGADAS POSADERAS



"Niño de azotes" ó "whipping boy"

Esta mi bitácora  o  logaritmo, preferiría llamarlo así, en su más pura etimología frente al desaforado aunque ya sólito blogg(1) (en el que se adivina la misma raíz) nace de la experiencia saltatoria de mis lecturas. Sin reparo pasamos del mundo antiguo al moderno, sin cansancio del valle al monte.

El castigo corporal a los niños, hoy absolutamente descartado, (2) ha sido una constante histórica hasta ayer mismo; mi generación también la experimentó en forma de cinturones paternos y voladoras zapatillas maternas. (3)

Asumido como siempre fue el castigo infantil, las generaciones anteriores a las nuestras se encontraron con situaciones imposibles: ¿cómo castigar físicamente a quién es intocable?  ¿Quién golpea a un príncipe?

La solución infame, injusta y cínica viene de la sustitución, de los golpes por “poderes” o por “persona interpuesta”. Cuando nacía un príncipe (siglos XV y XVI) se le asignaba también un niño de su misma edad que pasaba a ser su “niño de los azotes”. Todo azote al príncipe se depositaba en su imagen, su alter ego, su auténtico chivo expiatorio. (4)

Hoy es el Quijote cervantino quién nos abre los ojos sobre la dureza de la vida para los niños en los siglos pasados.

En la Segunda Parte del Quijote, capítulo XXXV, los condes burlan a Alonso Quijano y Sancho Panza con una magna y espectral representación. Allí veremos como un falso Merlín exige al escudero reciba miles de azotes en sus nalgas para desencantar a Dulcinea, ahora trastocada en zafia labradora. En la indignada amenaza de D. Quijote a la negativa sanchesca encontramos la mención al maltrato infantil como uso común.

Λογαριάζω. Recuento, lista. Oxford Greek-English Dictionary. D.N Stavropoulos. Oxford University Press, 1988.



“…A ti digo ¡oh varón, como se debe

por jamás alabado!, a ti, valiente

juntamente y discreto don Quijote,

de la Mancha esplendor, de España estrella,

que para recobrar su estado primo

la sin par Dulcinea del Toboso,

al aire descubiertas, y de modo
es menester que Sancho, tu escudero,

se dé tres mil azotes y trecientos

en ambas sus valientes posaderas,

que le escuezan, le amarguen y le enfaden.

Y en esto se resuelven todos cuantos

de su desgracia han sido los autores,

y a esto es mi venida, mis señores.





–¡Voto a tal! –dijo a esta sazón Sancho–. No digo yo tres mil azotes, pero así me daré yo tres como tres puñaladas. ¡Válate el diablo por modo de desencantar! ¡Yo no sé qué tienen que ver mis posas con los encantos! ¡Par Dios que si el señor Merlín no ha hallado otra manera como desencantar a la señora Dulcinea del Toboso, encantada se podrá ir a la sepultura!

–Tomaros he yo –dijo don Quijote–, don villano, harto de ajos, y amarraros he a un árbol, desnudo como vuestra madre os parió; y no digo yo tres mil y trecientos, sino seis mil y seiscientos azotes os daré, tan bien pegados que no se os caigan a tres mil y trecientos tirones. Y no me repliquéis palabra, que os arrancaré el alma…

  – ¡Oh malaventurado escudero, alma de cántaro, corazón de alcornoque, de entrañas guijeñas y apedernaladas! Si te mandaran, ladrón desuellacaras, que te arrojaras de una alta torre al suelo; si te pidieran, enemigo del género humano, que te comieras una docena de sapos, dos de lagartos y tres de culebras; si te persuadieran a que mataras a tu mujer y a tus hijos con algún truculento y agudo alfanje, no fuera maravilla que te mostraras melindroso y esquivo; pero hacer caso de tres mil y trecientos azotes, que no hay niño de la doctrina, por ruin que sea, que no se los lleve cada mes, admira, adarva, espanta a todas las entrañas piadosas de los que lo escuchan, y aun las de todos aquellos que lo vinieren a saber con el discurso del tiempo…” (5)


Nota. Niño de la doctrina: “niño del asilo”
 


Los azotes de Sancho Panza para desencantar a Dulcinea del Toboso.


martes, 5 de enero de 2016

NOCHE DE REYES


 


Cuando abres determinados libros, una y otra vez, te encuentras siempre al albur de una sorpresa. Pasa con la Biblia y también me pasa con la Ilíada. Esta mañana, en el día de la noche de Reyes, Homero se me ha ofrecido en su Canto XVI; en sus primeros versos encontramos una hermosa comparación llena de ternura que protagoniza una niña atemorizada. Es Aquiles, quien viendo la angustia que muestra su amigo Patroclo lanza la bella imagen.

¡Una obra poblada de dioses y héroes, guerreros sometidos a terribles heridas, en la que de pronto brilla la pepita de oro de una sutil y hermosa comparación¡




“Así peleaban por la nave de muchos bancos. Patroclo se presentó a Aquiles, pastor de hombres, derramando ardientes lágrimas como fuente profunda que vierte sus aguas sombrías por escarpada roca. Tan pronto como le vio el divino Aquiles, el de los pies ligeros, se compadeció de él y le dijo estas aladas palabras:

—¿Por qué lloras, Patroclo, como una niña que va con su madre y deseando que la tome en brazos, le tira del vestido, la detiene a pesar de que está de prisa y la mira con ojos llorosos para que la levante del suelo? Como ella, oh Patroclo, derramas tiernas lágrimas.”


Ilíada. Canto XVI. Versos 1-7. (1)